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El Amor que nos aúna - Juanma Navarro Martín


Sentí tantísimo apuro al no saberme y al no reconocerme, que no pude por menos que inventar unas contradicciones para agotar un suspiro tras otro, en cada uno de mis caminos.

En principio la inocente inopia te invita a soñar desde la incoherencia de una esperanza, que ni mucho menos va vestida de verde. Sueñas y te sueñas esquivando toda una serie de escollos en los que ves que otros han sucumbido. Desde su experiencia que no es por lo pronto la tuya, crees que podrás encontrar un hueco en la felicidad. Esta pequeña dosis de supervivencia y superación es el motor de las ilusiones que te haces para no verte incapaz o impedido en las lagunas del sufrimiento y sus lágrimas. Y desde ese lugar imposible, en el que no quieres estar, como estuvieron las necesidades de tus padres, amigos y vecinos la memoria del ego trata de ser una guía para el desarrollo de unos anhelos cuadriculados. Aquello que ves en la misma cercanía que te invade en su cuadrante, de eso mismo quieres huir. No quieres afrontar, mirar o tratar de asimilar su raíz para observar el error y el miedo que te empuja a salir corriendo.

Que va, con pensar que tú no vas a visitar el mundo de los que enferman y sufren tienes más que suficiente gasolina para la travesía de tu huida.

Es curioso, pero cuando empiezas a detenerte, y no das rienda a los vértigos de tus miedos, comprendes muy por encima el meollo de cualquier fábula personal. Cuando no reconocemos nuestra Verdadera Identidad y con ello obviamos nuestra función, el Ser que nos reafirma y que trasciende todo entendimiento queda velado para nuestra comprensión. Es entonces cuando la figuración y el miedo que esta desorientación implica, la que nos lleva inventar un personaje que solamente busca aceptación por otros personajes.

Este desvarío y desvalido intento de ser lo que no se Es, es la graciosa base de la "ignorancia" la cual nos mantiene separados como pequeñas ínsulas, a las que llamamos "YO". Esto quiere decir que desde el punto de nuestro epicentro personal todo es extraño y temible. Ese juego de apariencias, creencias y sublimes extractos, es el mecanismo del ego, cuya composición irreal es la fantasmagórica idea de soledad y desamparo. Desde ahí nos envilece y nos envía a procurar darle cabida en nuestra representación cósmica. El ego no sabe que es, y cuál es su papel, por lo tanto se insinúa de millones de maneras para lograr ser un ídolo en su propia guerra.

Cuando dejamos de hacer caso omiso a sus advertencias desconfiadas y a sus ultrajes para sobresalir entre los demás, su hostilidad y miedo se disipan en la misma nada en que se ideó para ser diferente entre sus iguales. Nuestro compromiso con él se pierde, y aparece lo que jamás se esfumó, el Amor que nos aúna y nos tiene eternamente presentes sin nombres, credos y especialismos. "Se conoce plenamente que la Identidad de Cristo es algo eterno, incorruptible y más allá de todo cambio" UCDM.


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