En el mismo barco - Juanma Navarro Martín

Siempre procuro poner un propósito de paz y de gratitud al empezar el día. Me tomo unos minutos en calma sin más objetivo que tratar de soltar el peso de aquellas armaduras y armas que me impiden confiar. El miedo es tan común y a la vez tan retorcido que sí no lo reconoces como un lastre, este invade todas tus acciones y opiniones. Por eso cuando me marco el propósito de aceptarlo todo con toda la cordialidad me merezco y mereces, ando un paso más hacia las orillas de la comprensión de quien soy cuando me disuelvo en el gozo de no ver nada diferente. Permanezco alerta a mis juicios y cuando aparecen y brotan los observo como el que observa el vuelo de un ave, o el pasar de una nube entre el la cielo y la tierra.

Hay veces que la alerta se pierde y por un resquicio de desconcentración se cuela el mundo y mis juicios hacia él. En ese desmarcado espacio todo mi pasado vuelve para darme huecos consejos, y advertencias escandalosas. Es entonces cuando pierdo el norte de mi propósito, y empiezo a notar todo el material hipotético e invisible de mi personaje adoctrinado por los fantasmas del recuerdo, a través de las experiencias vividas.

Es curioso, la verdad, pero empiezo a perder la calma, e incluso noto un fuego en las mismas tripas, intento no intentar ninguna estrategia para soltarme y de pronto me veo de nuevo en el propósito con el empecé el día.

Cuando damos un propósito de paz a cuanto nos el ego queda en segundo plano, y es por tanto importante degustar el abrazo armonioso surja lo que surja. Esta vida es una caja de sorpresas, ni nadie tiene el control de la misma, por eso fluir en ella siendo ella es más sencillo que tratar de negarla o despreciarla. Nuestro hogar no está aquí pero mientras nos desvelamos que mejor que soñar que somos muchos y que somos verdaderos hermanos en en este mismo momento, y que somos el mismo barco.